viernes, 26 de noviembre de 2010

"Calavera Revolucionaria" - José Guadalupe Posada
José Guadalupe Posada dijo que "La muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera". Y Nicanor Parra escribe bajo las calaveras en bicicleta de Posada: "La muerte es un hábito colectivo".
Por estos días ando pensando en cualquier cosa, menos lo que tengo que pensar, y por ende ando haciendo cualquier cosa, menos lo que tengo que hacer. Sobre todo me andan dando vueltas esas frases, y por qué nos -y me- cuesta tanto pensar la muerte, y más que nada, recordarla. A fin de cuentas, de alguna forma hay que hacerlo (ojalá democrática y colectivamente).

viernes, 5 de noviembre de 2010

ESCRIBIR.

Cuando tenía catorce años puta que era buena pa' escribir. Escribía de todo, me iba en las medias volás' con mis amigos... volás' de las buenas, volás' de las malas, volás' con incienso, volás' existenciales, volás' angustiadas... volás adolescentes sobre todo.
Con los años (ni que fuera tan vieja tampoco, si han pasado casi... siete años no más) fui dejando de escribir, y ni idea por qué. A lo mejor porque la música que escucho es menos darkie, tal vez porque superé (o no) la depresión, pero probablemente porque el tiempo dejó de sobrarme. Otras vertientes del problema podrían decir que el hecho de que haya dejado de escribir es el resultado del desafortunado comentario de un ex que me dijo que dejara de hablar weás y al que odié con todas mis ganas durante casi un mes (en tiempo adolescente eso es dramático, of course), pero no. Como a los diecisiete creo que finalmente dejé de escribir, o sea, escribir mis volás.
Cuando entré a la U cumplí los dieciocho y ahí se me esfumó la vida, o gran parte de ella. Ahí seguí escribiendo otras cosas, otras volás'... ¿o volás' de otros? Opto más por la segunda opción, porque aunque estudiar antropología parece shúper loco y hippie, por lo menos a mí la creatividad artística verbalizada se me fue a las pailas, y aunque algunas personas siguen sosteniendo que gracias a mi filosofía del chamullo sigo manteniendo el don de la palabra, la verdad es que durante cuatro años me he sentido atorada de expresar cosas.
Podría tal vez decir que me civilicé, que me domestiqué yo sola. El ser loca de patio se me pasó un poco, empecé a ser un poco más tolerante, menos gritona frente a los otros. Me cohibía la idea de seguir siendo la desadaptada, así que me normalicé... a ser un poco más universitaria cool, aunque no me resulte mucho, porque no uso chalequitos de universitaria, ni zapatitos de universitaria, ni pantalones de universitaria... me visto casi igual que hace siete años (con menos negro, menos calaveras, menos ropa rota, menos pulseras con puntas, menos faldas y en proceso de erradicar los bototos). En realidad, dejémoslo en que me volví un poco más universitaria, porque nunca seré cool, porque no me gusta no más po'.
Bueno, en ese proceso de pseudo-normalización al que me auto sometí me quedé sin escribir mis cosas, pero lo necesitaba tanto, tanto, que empecé a hacerlo de otras formas. La mayoría piensa que lo dejé no más, pero inconscientemente empecé a liberar esa necesidad irrenunciable de otra forma: sacando fotos, escribiendo con las fotos.
Claro está también que no soy una maestra en la fotografía, pero creo que en el afán de querer decir algo que para mí tenga un sentido voy un tantito bien. Y aunque aún no encuentro un hilo conductor claro y uno de los profes de fotografía me dijo que me hacía falta contar una historia, creo que ese "ojo especial" que alguien me dijo que tenía para mirar y componer me está forzando a ver que si hay una historia: una historia de encuentros y desencuentros con otros y conmigo misma, con mi entorno, con mi vida.
(Inevitablemente... continuará.)