lunes, 27 de julio de 2009

Las Bicicletas y Yo.

Tengo 20 años, y fue sólo hace aproximadamente un año que aprendí a pedalear sin rueditas de apoyo. Para la mayoría de los mortales suena como un chiste, pero para chiquillas o chiquillos ñoños como yo -ratones de biblioteca y/o nerds que nunca fueron muy fanáticos de la actividad física- suena una realidad mucho más cercana. Me crié en un barrio añejo, lleno de construcciones antiguas y abuelos. Los niños nunca abundaron, y menos las bicicletas. En mi casa recuerdo haber visto solamente una bicicleta; una que me trajo el viejo pascuero cuando tenía como 7 años, pero recuerdo haberla ocupado tan sólo una vez... cuando se le pinchó una rueda y en el patio terminó por oxidarse. Hace seis meses los hermanos chicos de mi novio quisieron sacarle las rueditas a su bicicleta, tal y como profesaba Freddy Turbina (el emblemático cantante de 31 minutos), y fue ahí como medio en broma me entro la curiosidad y las ganas de dejar de ser una ñoña de la que sus amigos se burlan porque no puede subirse a una bici... y despues de tres días de cientos de intentos fallidos y vergüenzas frente a los "cabros chicos" de la villa, en una pequeña pero mágica bajada logré mi equilibrio espiritual. Despues de ese memorable suceso, de ese gran hito en mi vida, de esa especie de "rito de paso" bicicletístico en mi cabeza todo el día sonaba Bycicle Race de Queen y con eso se desato una hecatombe en mi vida en la que las bicicletas fueron protagonistas. Las biciletas se transformaron en mi nueva obsesión... no tenía una y sentía que la necesitaba. Así fue como directamente desde el techo de la casa de mis abuelos bajó mi solución. Una Oxford de montaña oxidadísima. Pero extrañamente -¿o no tanto?- esta bici desaliñada no me satisfacia... quería algo más. El aprender a montar en bicicleta para mi fue simplemente LIBERTAD. El aire chocando en la cara, la velocidad, y el anexo de la música de felicidad que sonaba en mi cabeza eran una mezcla perfecta. Claro que lo mejor estaba por llegar. Un extraño día llegó a mi directamente desde una Fuente de Soda de mala muerte mi oxidada y azulosa Mini Cic. Una reliquia cayó en mis manos, ¡una belleza de fabricación chilena de los años 70' con la que soñaba hace meses! Todos los días veía pasar a un señor en esa bicileta y "tiernamente" lo psicopateaba, hasta que mi madre vio la bici estacionada por ahí y se la compró. ¡FELICIDAD! Una antigüedad más para mi colección, pero fue más que eso para mi... aunque para muchos suene raro, tonto e infantil la llegada de esa bici, el proceso de restauración y subirme a ella, andar por la ciudad con ella fue un pedacito de "alcanzar mi equilibrio espiritual", aire, magia, libertad, volver a ser niña.

0 comentarios: